Enrique Lary

Prienda

Enrique Lary


Gaucho tristón, perro manso, surco, siembra.
Leña y fogón, tropa, rancho, amor y huella.
Un viento atroz, una sombra, noche fiera,
y junto a Dios mi corazón,
mientras mi prienda, mas temblaba en su sopor.
Entró a llorar, pobrecita, ¡suerte perra!,
me hinqué a rezar, yo que nunca había rezado.
Quise porfiar, fui cerrando las tranqueras
Y, al relinchar mi zaino, la sombra igual entró.

Fuimos bajando la cuesta,
dos y dos en fila india,
cuatro manos y mi prienda,
dormida en la caja,
de blanco vestida.
Dejamos su soledad
junto a un sauzal,
volvimos tristes,
muy tristes, sin hablar.
Después, yuyal y tapera,
destino de huella,
de andar y de andar.

No tengo ya perro manso, surco, siembra.
No tengo ya tropa, rancho, amor, ni prienda.
Andando voy, y al saber que voy sin ella,
en mi rencor, saco el facón,
para partirme de una vez el corazón.
Oigo una voz, es mi prienda, son sus ruegos,
es su visión, que se acerca a mi corriendo.
Tiemblo en mi horror, mi facón arrojo al suelo.
Mis ojos quedan ciegos, mi prienda ya no está.

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