Un dĂa los enanos se rebelarán contra Gulliver. Todos los hombres de corazĂłn diminuto armados con palos y con hoces asaltarán al Ăşnico gigante con sus pequeños rencores, con su bilis, con su rabia de enanos afeitados y miopes. Pobre de tĂ, Gulliver, pobre de tĂ, el dĂa que todos los enanos unan sus herramientas y su odio, sus costumbres, sus vicios, sus carteras, sus horarios. No podrán, no podrán, no podrán perdonarte que seas alto. Para ellos la generosidad no es más que un lujo que no pueden pagarse, viven alimentados por la envidia que los habita en forma de costumbre. MĂralos revolverse recelosos tras sus gafas de concha. Te acusarán, te acusarán, te acusarán: de ser el tuerto en el paĂs de los ciegos, de ser quien habla en el paĂs de los mudos, de ser el loco en el paĂs de los cuerdos, de andar en el paĂs de los cansados, de ser sabio en el paĂs de los necios, de ser malo en el paĂs de los buenos, de divertirte en el paĂs de los serios, de estar libre en el paĂs de los presos, de estar vivo en el paĂs de los enanos, de ser la voz que clama en el desierto, de ser la voz que clama en el desierto .